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12 abr 2014
Porqué nos aferramos al dolor
Cuando sufrimos experiencias dolorosas a veces nos aferramos a ellas para entenderlas, para encontrarles algún sentido en nuestra vida. Pensamos en cada detalle de lo ocurrido, lo damos vuelta una y otra vez, revivimos la experiencia, pensamos en los distintos escenarios que se podrían haber dado, el porqué pasó lo que pasó. Pero en medio del dolor nos olvidamos que solo al soltar la experiencia, sentirla por el tiempo que haya que sentirla y luego dejar ir esos sentimientos, solo entonces al volver la calma y la claridad es que podremos recién empezar a encontrar un sentido y qué es lo que tenemos que aprender de lo vivido. Hace falta llorar, enojarse, angustiarse, asustarse e incluso negar por un tiempo lo vivido cuando se hace demasiado difícil de procesar. Dejar que las emociones tomen su curso natural, pero lo más importante es traer la mente de vuelta al presente cuantas veces sea necesario, soltar el pasado. No olvidarlo, sino soltarlo, porque solo así encontraremos sanación y podemos volver a vivir y disfrutar realmente el presente.
7 dic 2013
Dolor, traición, injusticia, entereza y sanación
Hay algunos dolores tan profundos que pareciera que un cuchillo nos atraviesa el percho de solo recordar. Hay injusticias tan grandes que nos remueven hasta los más profundo. Y aunque creemos que hemos superados estos dolores en el momento menos esperado un gesto, una mirada, una palabra, una mirada, algo nos recuerda el dolor y vuelve a dolor como si hubiera sido ayer y nos sentimos expuestos y vulnerables.
Y es que hay áreas de la vida en que recibimos los golpes más duro. Especialmente cuando confiamos, cuando amamos, bajamos las barreras y nos exponemos a ser heridos. Pero la solución no es amurallarnos y aislarnos de los demás, sino desarrollar la fortaleza interior para no colocarnos en el lugar en que recibimos la violencia externa.
Al recibir la violencia nos volvemos víctimas de ella y algo dentro de nosotros se transforma. Ya no podemos ser los mismos y para dejar de ser víctimas desarrollamos dentro de nosotros una fuerza opuesta de violencia que podemos manifestar de muchísimas maneras, cada una igual de tóxica, dañina e hiriente tanto para con uno mismo como con los demás.
Tomamos las heridas que nos hacen como algo personal, algo que tiene que ver con nosotros y solo nos afecta a nosotros y mientras mayor el dolor, más nos volcamos hacia nosotros mismos y menos somos capaces de ver al otro como una persona con sentimiento y pensamientos propios. Y nos vamos tragando la cola como la serpiente, incapaces de salir del círculo del dolor y la agresión, convirtiéndonos finalmente en nuestro propio enemigo.
Es ese enemigo interno al que necesitamos derrotar, pero no con más golpes y violencia, sino acogiéndolo y soltando toda la violencia acumulado. Y solo al acoger la no violencia dentro de nosotros mismos recuperamos la paz y nos hacemos más fuertes, recuperamos la entereza y es como si abriéramos los ojos por primera vez para ver un mundo nuevo y enfrentarlo con una sincera sonrisa.
El cambio de percepción puede ser lento y de mucho trabajo, pero mientras más practicamos la no violencia empieza a hacerse un hábito y es cada vez mayor la sanación y crecimiento interior. Y en la medida que nosotros nos sanamos también tenemos la oportunidad de tocar con un poco de luz la vida de quienes nos rodean.
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