7 dic 2013

Dolor, traición, injusticia, entereza y sanación



Hay algunos dolores tan profundos que pareciera que un cuchillo nos atraviesa el percho de solo recordar. Hay injusticias tan grandes que nos remueven hasta los más profundo. Y aunque creemos que hemos superados estos dolores en el momento menos esperado un gesto, una mirada, una palabra, una mirada, algo nos recuerda el dolor y vuelve a dolor como si hubiera sido ayer y nos sentimos expuestos y vulnerables.
Y es que hay áreas de la vida en que recibimos los golpes más duro. Especialmente cuando confiamos, cuando amamos, bajamos las barreras y nos exponemos a ser heridos. Pero la solución no es amurallarnos y aislarnos de los demás, sino desarrollar la fortaleza interior para no colocarnos en el lugar en que recibimos la violencia externa.
Al recibir la violencia nos volvemos víctimas de ella y algo dentro de nosotros se transforma. Ya no podemos ser los mismos y para dejar de ser víctimas desarrollamos dentro de nosotros una fuerza opuesta de violencia que podemos manifestar de muchísimas maneras, cada una igual de tóxica, dañina e hiriente tanto para con uno mismo como con los demás.
Tomamos las heridas que nos hacen como algo personal, algo que tiene que ver con nosotros y solo nos afecta a nosotros y mientras mayor el dolor, más nos volcamos hacia nosotros mismos y menos somos capaces de ver al otro como una persona con sentimiento y pensamientos propios. Y nos vamos tragando la cola como la serpiente, incapaces de salir del círculo del dolor y la agresión, convirtiéndonos finalmente en nuestro propio enemigo.
Es ese enemigo interno al que necesitamos derrotar, pero no con más golpes y violencia, sino acogiéndolo y soltando toda la violencia acumulado. Y solo al acoger la no violencia dentro de nosotros mismos recuperamos la paz y nos hacemos más fuertes, recuperamos la entereza y es como si abriéramos los ojos por primera vez para ver un mundo nuevo y enfrentarlo con una sincera sonrisa.
El cambio de percepción puede ser lento y de mucho trabajo, pero mientras más practicamos la no violencia empieza a hacerse un hábito y es cada vez mayor la sanación y crecimiento interior. Y en la medida que nosotros nos sanamos también tenemos la oportunidad de tocar con un poco de luz la vida de quienes nos rodean.




6 dic 2013

Nuestra propia Música



Desde pequeños nos enseñan cómo hacer las cosas, qué es bueno y qué es malo, a quienes admirar y a quienes repudiar.
En la medida que crecemos nuestros ídolos cambian y aprendemos nuevas formas de hacer las cosas y de pensar para así ir logrando nuestros sueños que sentimos que tenemos que cumplir, imitando a quienes admiramos, a nuestros padres, nuestros profesores, aquella persona tan popular, aquel genio, ese gran pensador, ese verdadero líder u orador, esa persona digna de imitar o seguir.

O las ideas que nos proponen nuestros guías o modelos espirituales, guías vocacionales, terapeutas o nuestros mejores amigos.

Con el tiempo logramos tener lo que queremos, cumplimos nuestras metas, cumplimos con las necesidades y exigencias de nuestros seres amados, pero aún así algo falta. Somos felices, pero… ¿pero qué? Y es ahí donde empieza la búsqueda de ese algo que hace que nuestra felicidad, nuestros logros, nuestras vidas pierdan brillo, pierdan color  y suenen como un instrumento fuera de tono. Ese algo que sentimos que perdimos o no vimos en el camino y que ahora nos pesa en el alma sin saber qué es.


Y es que siguiendo los caminos que nos enseñaron, imitando a quienes admirábamos, cumpliendo con quienes amábamos, nos olvidamos de seguir nuestro propio camino y encontrar nuestra propia canción. Es posible que estuviésemos exactamente en el mismo lugar en que estamos ahora, pero sin ese pequeño vacío que parece pesar tanto.


Entonces me pregunto, ¿Cómo descubrir lo que falta? ¿Cómo descubrir mi propia canción si apenas sé cantar? Y es que así como necesito aprender a gatear antes de caminar, así necesito volver a experimentar el mundo como pro primera vez. Sentarme con calma, ver el amanecer y sentir el calor sobre mi piel, saboreando el desayuno tranquilamente, impregnándome del aroma del café en la mañana, permitirme sentir cada gota del agua de la ducha, que los sonidos que me rodean sean una sinfonía, incluso el sonido de los autos en la calle. Y cuando la mente se nos escapa a otro lugar y otro momento, traerla de vuela a precisamente aquí y ahora. Solo así podremos encontrarnos con nosotros mismos y escuchar nuestra propia música.



27 nov 2013

Flores de Bach: Agrimony como Curador



"Enfrentaré el día con una sonrisa en los labios sin importar las dificultades y el dolor. Para qué llorar aquello que no tiene remedio o enojarme si después me tengo que desenojar. Es mejor traer armonía y ayudar a que todos sean felices."

Cuantas veces hemos enfrentado el día con esta actitud a veces hasta heroica, olvidando que todas las emociones son reales tanto física como emocionalmente, que cuando no las expresamos envenenamos nuestro cuerpo, que para que haya armonía a veces primero es necesaria la confrontación, que no expresar lo que sentimos a veces prolonga innecesariamente situaciones intolerables, que si nos guardamos la palabras por mucho tiempo podemos terminar reventando y diciendo cosas que no queríamos decir.
Por eso es tan importante aprender a dar la cara a nuestras emociones, nuestras tristezas, nuestras rabias, nuestros dolores y aprender a vivirlas, a expresarlas sanamente y en el momento oportuno. Así no nos envenenamos nosotros, ni envenenamos a los demás. Nos sacamos la máscara de la sonrisa permitiendo que la alegría nazca desde el corazón.

1 oct 2013

Flores de Bach: Chicory como Curador



Es natural apegarnos a aquello que amamos, pero el tiempo pasa y las cosas cambian y nos rehusamos a aceptar estos cambios. Esto nos lleva a un profundo sufrimiento, un proceso de duelo en el cual tenemos que escoger el seguir adelante o ser destruidos. Para no vivir este sufrimiento necesitamos aprender a desapegarnos, en especial de aquello que ya no es válido en nuestras vidas y aprender a expresar un amor desinteresados que nos nutra tanto a nosotros como a los demás.