25 ene 2015

El ego destructor

El camino interior es como nuestra propia y desconocida gran montaña que escalar. Requiere preparación, equipamiento, tiempo y mucha exploración. Porque no hay mapas, sólo muchas y variadas "guías de montañismo" que se contradicen entre ellas. Hay muchos que se dicen expertos, que nos pueden decir como subir nuestra montaña, pero como no hay 2 montañas iguales, los únicos que realmente nos ayudan, son los que nos ayudan a prepararnos para todo evento y cómo aprender a conocer nuestra propia montaña.

Podemos contar con el amor y apoyo de nuestra familia y amigos, pero esta cumbre es solo nuestra. Esta montaña nuestra la tenemos que subir solos y prepararnos para equivocarnos, fracasar y volver a empezar muchas veces. Aunque sea difícil y agotador, es importante entender que no lograr la cumbre, que tener que volver a la base para entrenar y equiparnos mejor no es un fracaso, es parte de la preparación y que cada vez que subimos somos un poco más fuertes, hemos aprendido algo nuevo y estamos mejor preparados.

Mientras mayor la experiencia podemos empezar a ver algunas cosas en que les falta preparación a los demás y darles una manos, consejos, apoyo. Pero fácilmente se nos puede olvidar el camino que hemos recorrido y cuanto nos hemos equivocado.

Podemos también caer en la ilusión de haber llegado a la cumbre o haber llegado más alto que todos los demás. Ahí caemos en la trampa del ego y cometer errores que ni los más simples principiantes harían. En la montaña ese tipo de errores puede significar perder la vida, no solo la propia, sino de otros. En el camino interior las caídas en las trampas del ego no implican el riesgo de la muerte física, pero sí puede llevar a destruir la propia vida y la vida de los demás.

Hoy en día se ve una gran cantidad de falsos maestros iluminados, consejeros y otro tipo de charlatanes que se creen dueños de la verdad armando hasta sectas y estafas de todo tipo para que las personas en necesidad les den su dinero por un "bien mejor" y que visto desde afuera uno los juzga y afirma, yo nunca haría algo así. Pero nos olvidamos lo fácil que es caer en considerar que esa experiencia y esa verdad que hemos descubierto con duro esfuerzo, que nos ha llevado adelante y ha mejorado nuestras vidas, esa verdad que hemos aprendido con sudor y lágrimas, no tiene porqué ser mejor o más verdadera que la verdad de lo que han vivido los otros. Que aunque tengamos razón, a veces cada persona necesita aprender de su propia experiencia, entender con su propio esfuerzo lo que es mejor para sí mismo. Que podemos dar consejo y guía desde nuestra experiencia, pero no imponer nuestra verdad o ridiculizar la experiencia del otro.

Esto no significa por ejemplo que no haya que retar a nuestros hijos cuando se lo merezcan, porque es parte de su aprendizaje, pero si darles la chance de aprender algunas cosas por si mismos. O que cuando un amigo esté cometiendo un gran error, no se lo podemos impedir, pero si darle la información que podamos tener para que pueda decidir mejor por si mismo.

Quien cae en la trampa del ego se siente superior y cree que tiene derecho a imponer, manipular o lo que sea necesario para que los demás hagan lo que ellos consideran que es correcto. Los argumentos pueden ser tan variados como la edad por los años de experiencia, estudios y conocimiento, riqueza, haber viajado y vivido en distintas partes, cultura, etc. Pero al final todo es relativo, la experiencia puede ser en un contexto distinto a lo que está viviendo el otro, los conocimientos cambian, porque lo que la ciencia consideraba imposible hace 100 años, hoy es posible, la riqueza se puede perder y sin importar cuanto se ha aprendido de distintos lugares y culturas, no se puede saber lo que realmente hay en el corazón o la mente de otra persona.

La vivencia de cada uno es única y personal, por eso nunca podemos comparar, no somos mejores o peores, sino tan solo el camino que cada uno debe recorrer, un continuo cambio y aprendizaje.